En nuestros días, la figura y el papel de los ancianos no son comprendidos ni valorados en términos generales, y eso habla de la insensibilidad creciente de nuestra sociedad en muchos ámbitos. La sociedad occidental actual emplea a menudo expresiones o actitudes peyorativas al referirse a las personas mayores. Viejo se ha convertido en sinónimo de inútil, anticuado, estorbo o incapaz. Olvidamos que, al llegar a la vejez, las personas han acumulado sabiduría, experiencia, serenidad y bondad.
En el antiguo Egipto, el anciano era muy bien considerado y todos esperaban envejecer con dignidad. Ahí surgió el vocablo anciano, derivado de las voces egipcias “an” (manifestación divina) y “heh” (suma de años, acopio). Ancianidad significa literalmente la cualidad de acopiar manifestaciones divinas y anciano es el que ha acopiado muchas manifestaciones divinas. Nos demos cuenta o no, la divinidad se está manifestando en nosotros momento a momento; la cuestión es hacernos conscientes de ello y vivir alineados con esa comprensión.
Por su largo vivir y experiencia, los ancianos eran considerados portadores de gran saber, por lo que merecían respeto, deferencia, y estimación, además de pedirles consejo y guía.
En la biblia hay numerosas menciones sobre los ancianos. “En los ancianos está el saber”, dice el libro de Job (12-12). “Busca la compañía de los ancianos”, recomienda el libro del Eclesiastés (6,35).
En Grecia, adoptaron de los egipcios el respeto y la apreciación por los ancianos, magnificada por la reflexión, el estudio y la sabiduría de los numerosos filósofos y pensadores que surgieron, y que en su mayor parte eran ancianos o personas maduras. Esto originó un gran momento histórico, cultural y social, en el que el anciano alcanzó un gran poder; el consejo de los jóvenes griegos, antes de tomar decisiones importantes, consultaban al consejo de ancianos, según relata Homero. En tiempo de Solón, dicha actuación de asesoramiento se transformó en el Areópago, institución aristocrática de ancianos con alto poder, que se mantuvo hasta que llegó la fuerza griega de la juventud democrática, con lo que se perdieron los valores de la sabiduría como contrapeso a los poderes político y jurídico.
“Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida”, nos dice Pitágoras de Samos.
Y Platón agrega: “La vejez tiene un gran sentido de sosiego y libertad. Una vez que las pasiones han abandonado su presa, se ve uno libre, no de un amo, si de dos”.
Durante el Imperio Romano el poder se concentraba en el Senado, formado por ancianos. Eran los encargados de la administración, la justicia y las relaciones diplomáticas. Los privilegios de los ancianos eran extensos y las clases más bajas los consideraban sabios y virtuosos.
Son clásicas las afirmaciones de Marco Tulio Cicerón en su libro “De Senectute”, “Acerca de la Vejez”, que pueden sintetizarse en las siguientes:
- “Es preferible ser viejo menos tiempo, que serlo antes de alcanzar la vejez”.
- “Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora los buenos”.
- “Ningún hombre es tan viejo que no crea que no puede vivir otro año”.
- “No puede haber cosa más alegre y feliz que la vejez pertrechada con los estudios y experiencias de la juventud”.
- “El viejo no puede hacer lo que hace un joven; pero lo que hace es mejor”.
- “Si quieres ser viejo mucho tiempo, hazte viejo pronto”.
Con el paso de los años, esta autoridad ilimitada provocó desprecio hacia los mayores. A partir del siglo V d.C., su poder se fue debilitando y la vejez pasó a ser vista como una etapa negativa.
En la Edad Media, la vejez se consideraba como una etapa oscura en la vida de las personas. La Iglesia se ocupó del cuidado de las personas mayores, mediante la creación de hospitales para atender a los más desamparados.
En el Renacimiento, al igual que a finales de la Grecia clásica, se produjo una revalorización de la juventud y la belleza como idea de perfección. Por tanto, un nuevo rechazo a todo lo que se pudiera considerar viejo.
En Oriente, los ancianos son reverenciados en casi todos lados.
En China, existe un profundo respeto y veneración profunda por los ancianos. Desde tiempos inmemoriales, los viejos sabios han sido consultados por los gobernantes, eran los “Tsé”, la fuente de la sabiduría. Lao-Tsé, Kung Fu- Tsé, Chiang-Tsé, son un ejemplo.
Respetar a los ancianos requiere las virtudes de tolerancia, paciencia, sacrificio y madurez, afirma un maestro chino.
En India, el respeto a los mayores es un pilar cultural, algo que se enseña en las escuelas. Los más jóvenes les piden su opinión y su aprobación. En la religión hindú es costumbre arrodillarse ante los ancianos para tocar sus pies como símbolo de respeto. No obstante, la desprotección por parte del Estado, hace que esta edad sea una etapa difícil, por ser dependientes de familiares o amigos.
En Japón, se celebra el Keirō No Hi (Día del Respeto a los Ancianos), una festividad muy importante en la que participa activamente la familia. Los ancianos japoneses son respetados y considerados como pilares de la sociedad. Los jóvenes aprenden desde pequeños a valorar la experiencia y la sabiduría de sus mayores.
En los países musulmanes el cuidado de las personas mayores en la familia es considerado como un honor y una oportunidad para crecer espiritualmente. La religión islámica hace hincapié en que los hijos deben ser compasivos con sus padres, y en especial con sus madres, porque han dedicado su vida al cuidado de sus hijos.
Para la sociedad prehispánica de México, la huehuehyotl, senectud, no implicaba necesariamente un estado de decrepitud, pérdida de las facultades por efecto de la edad, sino una huehuehtiliztli o consumación de la vida.
El Códice Matritense, describe las figuras ideales del huehueh (anciano), y de la ilama (anciana).
El anciano/ El reverenciado anciano: … de cabello blanco, / recio, hombre de edad… / experimentado, que se ha esforzado. / El buen anciano, afamado, honrado, / que aconseja a la gente, dueño de la palabra, maestro. / Refiere, manifiesta, / lo que aconteció en la antigüedad.
Pone ante los otros, ancho espejo, / por ambos lados perforado, / yergue sobre ellos gruesa tea que no ahúma […]
La anciana/ La reverenciada anciana: noble anciana, / corazón de la casa, rescoldo del hogar, /custodia del mismo. / La buena, reverenciada anciana, / que aconseja a la gente, la amonesta, /luz, antorcha, espejo, turquesa, dechado.
El dios viejo, Huehuehteotl, señor del fuego y del tiempo, es símbolo de sabiduría, omnipresencia y perduración. Como los huehues en la tierra, es él raíz que presta apoyo, padre y madre de todos los vivientes.
Genialidad sin edad: creatividad en la edad tardía
La creatividad es un atributo esencial del ser humano, y la genialidad florece en todas las edades. Sin embargo, la experiencia acumulada durante años, la estabilización emocional, la mayor disponibilidad de tiempo, y otras variables hacen de la vejez una de las etapas más productivas de la existencia.
Como afirma Henri Frederic Amiel, “Saber cómo envejecer es la obra maestra de la sabiduría, y uno de los capítulos más difíciles en el sublime arte de vivir”.
Y como añade Michel de Montaigne, “Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara”.
Porque han sabido envejecer sin arrugas en su espíritu, innumerables seres humanos han generado obras inmortales y dejado un legado perdurable a la humanidad, en esa etapa de la vida.
Me limito a mencionar a cuatro poetas, por las reflexiones que sin duda harán eco si has llegado a esta etapa de la vida o te dispones a llegar a ella con sabiduría.
José Saramago
Es célebre su
POEMA SOBRE LA VEJEZ
¿Qué cuántos años tengo? – ¡Qué importa eso !
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido…
Pues tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo,
y otros “que estoy en el apogeo”.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos,
rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!…
¡Estás muy viejo, ya no podrás!…
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor,
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa…
¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas…
¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más!
Pues lo que importa: ¡es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos
¿Qué cuántos años tengo?
¡Eso!… ¿A quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo
y hacer lo que quiero y siento!
Qué importa cuántos años tengo.
o cuántos espero, si con los años que tengo,
¡¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!
Jorge Luis Borges
Su breve poema sobre la vejez emula a un koan zen:
“La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.”
Pablo Neruda
Neruda comprendió la relatividad de la edad; la vejez sólo aparece en la superficie por la identificación con el cuerpo físico. En el interior siempre habita un niño pleno de vida y curiosidad.
Oda a la Edad
Yo no creo en la edad./ Todos los viejos/ llevan/ en los ojos/ un niño,/ y los niños/ a veces/ nos observan/ como ancianos profundos.
¿Mediremos/ la vida/ por metros o kilómetros/ o meses?/ ¿Tanto desde que naces?
¿Cuánto/ debes andar/ hasta que/ como todos/ en vez de caminarla por encima/ descansemos, debajo de la tierra?
Al hombre, a la mujer/ que consumaron/ acciones, bondad, fuerza,/ cólera, amor, ternura,/ a los que verdaderamente/ vivos/ florecieron/ y en su naturaleza maduraron,/ no acerquemos nosotros/ la medida/ del tiempo/ que tal vez/ es otra cosa, un manto/ mineral, un ave/ planetaria, una flor, / otra cosa tal vez,/ pero no una medida.
Tiempo, metal/ o pájaro, flor/ de largo pecíolo,/ extiéndete/ a lo largo/ de los hombres,/ florécelos / y lávalos/ con/ agua/ abierta/ o con sol escondido.
Walt Whitman
La vejez es una época de generatividad y de agradecimiento por lo vivido y alcanzado, como expresó muy bien Whitman en su célebre poema…
En mi vejez doy las gracias
En mi vejez doy las gracias; gracias antes de partir;
por la salud, el sol del mediodía, el aire impalpable, por la vida,
por el mero hecho de vivir;
por los preciosos e inextinguibles recuerdos (de ti, querida madre; de ti, padre; de vosotros, hermanos, hermanas, amigos); por todos mis días, no sólo los vividos en paz, sino también los días de guerra;
por las palabras cordiales, las caricias, los dones de otras tierras; por darme albergue, vino y alimento; por la amable estima
(vosotros, bienamados lectores, lejanos, nebulosos, desconocidos, jóvenes o viejos, innumerables, indeterminados; nunca nos hemos conocido, y nunca nos conoceremos, pero nuestras almas están fundidas en un largo y estrecho abrazo);
por los seres, los grupos, el amor, las acciones y las palabras, los libros, por los colores y las formas;
por los valientes, hombres fuertes, abnegados, que han acudido con prontitud en auxilio de la libertad, en todas épocas, en todas las naciones,
y por aquellos aún más valientes, fuertes y abnegados (un laurel especial, antes de partir, para los elegidos en la guerra de la vida, los servidores del cañón del canto y del pensamiento, los grandes artilleros, los líderes supremo, capitanes del alma):
como un soldado que ha vuelto de una guerra concluida, como un viajero entre miríadas de viajeros, que recuerda la larga procesión,
doy las gracias, ¡gracias regocijadas!, las gracias de un soldado, de un viajero.
Epílogo
La vejez sólo está en la mente. Un estudio hecho por científicos del University College de Londres, y publicado en la revista de la Asociación Americana de Medicina, concluyó que la gente que se cree más joven de lo que es tiene mayores posibilidades de vivir más y con mejor salud, que quienes se sienten más viejos o de su misma edad.
Si nuestra atención está puesta en el momento presente, dando lo mejor de nosotros mismos en pro de un ideal por el cual vivir y trabajar, la vida se expresa en plenitud.
Como afirma el Papa Francisco, «Un pueblo que no custodia a los ancianos, un pueblo que no los respeta, no tiene memoria, perdió la memoria. Los ancianos son el tesoro de nuestra sociedad».
Juan Ramón González
Doctor en estudios en desarrollo humano y Director de contenido de Reconección Esencial